Todas las disciplinas han avanzado en sus propuestas epistemológicas, conceptuales y prácticas de cómo abordar la realidad y los problemas actuales. A partir de la investigación científica, los estudios de caso y los datos se han generado cambios en áreas de la salud, las ciencias aplicadas y las ciencias sociales.
La educación no es una excepción. Desde hace varias décadas diferentes teóricos de la psicología y de la educación vienen planteando propuestas innovadoras de cara a las tradicionales, basadas en una educación centrada en los contenidos, en aulas de clase en las que los maestros son los únicos que hablan y dirigen los aprendizajes de sus estudiantes. Contextos escolares en los que, en muchos casos, no solo presenciamos el fracaso escolar de nuestros estudiantes, sino algo más preocupante aún, su falta de motivación para aprender.
Quienes tenemos hijos, experiencias cercanas con niños o jóvenes o hemos dedicado nuestra vida profesional al campo educativo, sabemos que un niño desde pequeño es curioso, quiere aprender, le gusta conocer cómo funciona el mundo que lo rodea, se sorprende con los fenómenos físicos y sociales. Desde pequeño, pregunta, explora, cuestiona, es creativo y nos sorprenden con la forma como expresan y dan cuenta de sus aprendizajes.
Si las instituciones escolares entendemos que niños y jóvenes tienen por naturaleza esta actitud y que la educación es una ciencia que ha evolucionado, debemos crear escenarios de aprendizaje acordes a la forma como ellos aprenden y, aprovechar esta motivación de la que, seguramente, obtendremos mejores resultados y nuestra tarea cobrará más sentido.
Necesitamos más propuestas activas de aprendizaje, en las que el estudiante sea el centro y en las que los profesores realmente sean profesionales de la educación, que conozcamos y pongamos en práctica las mejores metodologías en los momentos adecuados del desarrollo, para que sean más efectivas. Profesores que reconozcamos que la enseñanza no se agota en el salón de clase, que entendamos que aprender es un evento social y que, por lo tanto, el trabajo colaborativo, el apoyo del adulto, los materiales y escenarios para compartir aprendizajes son fundamentales.
Cada vez que asisto a eventos sobre educación, bien sea a nivel nacional o internacional, se habla de las habilidades para el siglo XXI, y yo me pregunto: todos los que estamos en esos escenarios, oyendo desde hace años, compartiendo y afirmando que la educación tiene que dar un cambio ¿qué estamos haciendo en nuestros Colegios para desarrollar estas habilidades? Es importante tomar conciencia de que asumir la educación de nuestras futuras generaciones es vital de cara al mundo actual.
No es solo compartir o repetir un discurso, sino que implica tomar decisiones, tener acciones reales de tipo administrativo, educativo y práctico que aseguren que en nuestros colegios se den prácticas pedagógicas centradas en las necesidades de nuestros estudiantes; prácticas innovadoras que permitan el desarrollo de esas habilidades que el mundo exige hoy.
Trabajar en equipo, liderazgo, resolución de conflictos, flexibilidad, resiliencia, manejo y uso de la información y la tecnología, inteligencia emocional y pensamiento crítico, son algunas de las habilidades y competencias que, sabemos, nuestros estudiantes deben desarrollar desde pequeños.
Ya no es suficiente con saber repetir, ubicar, redactar, ser organizado y obedecer. Es fundamental comprender, construir colaborativamente, resolver problemas, arriesgar hipótesis sin temor a equivocarse. Se trata de saber expresar, de poder interpretar, de ser creativos, de desarrollar el sentido de la responsabilidad y de tomar buenas decisiones basadas en la construcción de valores que nos permitan ser cada vez mejores seres humanos.
Sí, la educación se trata de humanidad, de cuidado por el otro y del desarrollo de habilidades para la vida. Es una tarea inmensa la que tenemos padres y educadores. Por esto mi invitación es a capacitarnos y convertirnos en multiplicadores de escenarios educativos en los que realmente los cambios no se queden en el papel, en los que todos seamos líderes y apoyemos prácticas educativas innovadoras que tanto bien van a traer a nuestros hijos y estudiantes.
Para lograrlo, toca hacer la tarea en los espacios que nos corresponden, a unos en el contexto de la familia, a otros en nuestras instituciones educativas, pero hagámosla bien, para que nuestros niños y jóvenes tengan la oportunidad de tener escenarios que les permitan lograr su máximo potencial de desarrollo y contar al final de su vida escolar con las herramientas, competencias y habilidades que les permitan afrontar los contextos globales cambiantes y retadores.
♠ Autor: Carolina Henríquez G. - Rectora